Etnografía y arte contemporáneo: tensiones creativas en la cultura brasileña
En años recientes, la escena artística brasileña ha sido testigo de varias exposiciones que han buscado poner en duda el canon artístico nacional. Éstas colocaron piezas de arte contemporáneo y moderno junto con colecciones arqueológicas y etnográficas, sugiriendo entrecruzamientos disciplinarios con la meta de erosionar las categorías de la llamada producción artística brasileña. Aunque dichas exhibiciones revelaron el legado colonial detrás de la historia del arte local, sus críticos aseguraron que solo respondieron tangencialmente a la gestión jerárquica de culturas negras e indígenas de las instituciones de arte en Brasil.
Para poner un ejemplo, en 2000, la Mostra do Redescobrimento, inspirada en el proyecto Museu das Origens de Mario Pedrosa, creado en 1978, marcó las celebraciones del 500 aniversario del año en el que Portugal “descubrió” Brasil. Dirigido por Nelson Aguilar, la Mostra presentó una secuencia de unidades separadas dedicadas al arte indígena, afrobrasileño, barroco, popular, moderno y contemporáneo, entre otros, en un área de 60 mil metros cuadrados en el Parque Ibirapuera en Sao Paulo.
Lo más destacado de la unidad indígena fue una capa de plumas de Tupinambá con una extraordinaria trayectoria transatlántica. En 1664, Maurice de Nassau la sacó de Brasil y se la llevó a los Países Bajos, donde enventualmente formaría parte de la colección del Nationalmuseet de Copenhague. Cuando un grupo indígena de Olivenca (Bahia) visitó el show, la capa levantó ámpula: “¡Somos Tupinambá y queremos la capa de vuelta!”. Los periódicos locales cubrieron el suceso como una noticia ordinaria, pero este episodio revela las múltiples implicaciones políticas que yacen debajo de las apropiaciones, temporalidades y capas semánticas de objetos en la puesta de una exhibición.
Últimamente, los argumentos que rodean este tipo de estrategias de curaduría han regresado al centro del debate con la inauguración de una serie de exposiciones en Sao Paulo. Entre ellas destacan Histórias Mestiças (Instituto Cultural Tomie Otake, 2014), curada por Lilia Schwarz y Adriano Pedrosa, y 34 Panorama da Arte Brasileira Da Pedra Da Terra Daqui (Museu de Arte Moderna, 2015), curada por Aracy amaral y Paulo Miyada. Al mismo tiempo que exigen una revaloración historiográfica y epistemológica del arte brasileño, estas exposiciones convergen con una agenda postcolonial que emergió en varios museos y bienales durante las últimas décadas.
Estas perspectivas de curaduría, ¿desafían o sostienen el punto de vista colonial sobre las formas no legítimas del arte en las instituciones brasileñas? ¿Apuntan a nuevas políticas para construir colecciones y estrategias para exponer en museos locales o más bien repiten modas de curaduraía internacional? ¿Cuáles son las implicaciones políticas de contextualizar ciertas obras en base a los principios del arte contemporáneo y moderno?